GUANYADORS MIGUEL DE CERVANTES EN CASTELLÀ

GRUP A (de 9 a 12 anys)

Tots els premis han quedat deserts.

GRUP B (de 13 a 14 anys)

PREMI MILLOR POESIA

Nacho Chaves Cosano

CAÑONES DE PAZ

¿Qué es la paz?

Acto por conseguir la igualdad,

acto por conseguir una voz,

acto por conseguir la felicidad.

¿Porqué este mundo cruel,

desigual, sin voz propia,

necesita de gente normal,

cotidiana para conocer la paz?

¿Porqué este mundo apagado,

necesita de nosotros para animarlo?

¿Porqué este mundo callado,

necesita de otros para hablar?

¿Porqué nuestras voces no se unen,

para decir algo pacifico de una vez?

¿Porqué nuestros actos de una vez por todas,

no los hacemos por la paz?

¿Porqué en lugar de cerrar los ojos

y negar el presente,

no hacemos el acto de abrirlos,

por una mísera vez?

Hagamos lo que podamos

gritemos por la igualdad.

Y mostrémosle al mundo,

nuestros cañones de paz.

GRUP C (de 15 a 18 anys)

PREMI MILLOR POESIA

Cristina Casares Muñoz

A LAS HERIDAS, AGUA DE MAR

Una pena hay en mi alma
y en mis labios un suspiro.
En los tuyos hay un nombre
y ese nombre no es el mío.

Una pena hay en mi alma,

dónde tú amor hizo nido.
Ahora ya no queda nada.

Flor de amor y flor de olvido.

Una pena hay en mi alma

y en mi pecho no hay latido.
Lloro porque me hace falta
olvidar este amor perdido.

¿Y quién será aquella mujer
que te tiene embelesado?,
¿ganaste echando a perder
el amor que yo te he dado?

Pero aunque la verdad duela
no me engaño al aceptar
que nuestro barco sin vela
nunca volverá a zarpar.

La historia de Eneas y Dido
ahora nos tocó a nosotros,
por desgracia o por descuido
pago yo los platos rotos.

Llegó la hora adiós,
dulce errante marinero.
Se quedará entre los dos
aquel salado “te quiero”.

PREMI MILLOR NARRACIÓ BREU

Andrea Camp Campos

LLUEVE SOBRE TOKIO

Los sutiles reflejos del neón de las calles se cuelan por la ventana y se tumban en una cama medio deshecha. Llueve y las gotas de agua resbalan por el cristal, teñidas de rojo por la luz del cartel de un estudio de tatuajes clandestino.

Los relámpagos recorren cada rincón oscuro hasta llenarlo de luz por milésimas de segundo. Las gotas se desnudan cada vez que un rayo toca la tierra, para volver a vestirse después con el color aterciopelado de los labios de una geisha.

Esta noche llueve en las calles de Tokyo, haciendo que farolillos tradicionales japoneses se mojen sin piedad.

Llueve en el ardiente barrio de Shibuya, donde coches tuneados hacen carreras ilegales en callejones, pintando los charcos de los colores llamativos que lucen los bajos de cada automóvil.

Llueve la comunidad cultural de Akihabara, donde el agua salpica el maquillaje de las chicas lolita y escurre las últimas horas de inocencia del día, antes de volver a casa bajo un paraguas de Hello Kitty.

Llueve en Kabukicho también, porque al agua le da igual que sea el barrio más peligroso, ella se desliza sigilosa por el impermeable de un oficinista de clase media, que busca diversión en un burdo prostíbulo de callejón.

Llueve en Shinjuku, donde un chaval con un jersey Gucci estudia para sus exámenes de acceso a la universidad, sin saber que sus padres pagarán al centro corrupto al que quiere ir para garantizarle un buen futuro, porque el dinero todo lo compra.

Llueve en Sanya, en una tienda de ramen barato donde un maneki-neko agita su mano cansada en el mostrador, mientras en dueño observa como una pareja de ancianos busca, sin suerte, restos de comida en el contenedor de basura mugriento de una calle sin salida.

Llueve en el monte Fuji y se mojan las estatuas de los budas de piedra, pero también los cadáveres del Aokigahara, ese mar de árboles conocido como bosque del suicidio.

En fin, llueve y llueve, y el agua cae impasible sobre Tokyo, cae indiferente sobre ricos y pobres, sobre aquellos que están vivos y aquellos que no lo están. Moja a mafiosos y prostitutas, a maikos con sueños irrealizables. Su humedad cala hasta los huesos de estudiantes, de trabajadores, de homosexuales reprimidos y de esposas infieles. Apelmaza los rizos de las adolescentes más kawaii y deshace los restos de un mochi de fresa a medio comer, tirado en una papelera que hace esquina en el distrito financiero.

Y entonces después de mucho pensar y tras dos mil carreras de gotas de lluvia por el cristal, caigo en la cuenta. Todas esas coincidencias. Mi fijación por Tokyo solo es comparable a mi fijación por ella. Ambas con belleza propia.

Porque Tokyo no es Tokyo, Tokyo es ella.

Porque ella no es ella, ella es Tokyo.

Quebradiza, peligrosa, suave y misteriosa. Alocada, mojada, viva y furiosa. Efervescente.

Y si hoy llueve en Tokyo, es porque ella está triste. Y cuando llora, su llanto es tan frágil y desalentador que hace romper el cielo en miles de lágrimas. Esa ciudad tan hermosa estalla en cientos de pedazos, cautivada por el espíritu de tan bella y venenosa dama.

Una dama que posee delicados labios de geisha. Que tiene tatuados a fuego los colores de los coches de Shibuya y que descifra expresiones con miradas llenas de inocencia. Que resbala escurridiza entre mis manos. Que te volvería loco y te haría perder millones de yenes jugando al Pachinko si te lo pidiese.

Pero eso te da igual. Y a mí también. Porque me dejaría corromper por sus trucos una vez tras otra, sin pausa, sin piedad. Y nunca me sentiría mal, no habría un solo ápice de culpabilidad en mi cuerpo. Todo se lo perdonaría con tal de que me permitiese deslizar una vez más mis dedos sobre sus curvas.

Jamás nadie podrá sacarme esa sensación del alma. Y nunca podré dejar de compararla con el corazón bullicioso de la ciudad más intensa y bonita que jamás ha existido.

Porque ella es dueña del encanto y posee la pasión que eso conlleva.

Y la ayudaré a desatarse.

GRUP D (majors de 18 anys)

PREMI ABSOLUT (poesía o narració)

Pol Carbonell Tena

EN UN FUTURO MUY, MUY CERCANO…

Abrió la caja y sus ojos parpadearon perplejos de izquierda a derecha: uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis.

- - ¡Mira qué curioso! Es un círculo con números y dos palitos en el centro. ¿Para qué crees que serviría?

- - Esto es un aparato para enseñar a los niños a contar hasta doce. Y esos “palitos” que dices se llaman agujas. Servían para indicarles a los hijos el número que tenían que decir. Una para el mayor y otra para el menor. Incluso se han encontrado versiones de tres agujas. – El capitán era un experto humanólogo. Para su joven aprendiz era una gran oportunidad y todo un honor el poder aprender directamente de él – Pero ven, te estás perdiendo lo más interesante.

Siguió a su maestro hasta la sala principal.

- - Éste es el punto más sagrado de cada vivienda. Los antiguos habitantes de este planeta dedicaban la mayor parte de su tiempo libre a la contemplación frente a este altar. Si te fijas todo en la habitación apunta hacia aquí. Era el centro de sus vidas. La forma rectangular representaba el orden y la estabilidad. Se ha documentado cómo iban aumentando de tamaño con el paso del tiempo hasta llegar a ser tan grandes como este de aquí. Eso demuestra la importancia del culto para ellos.

Permanecieron un rato en silencio frente al extraño espejo negro de 115 pulgadas cubiertas de polvo.

- - Debía de ser una gente muy espiritual y profunda. Tenemos tanto que aprender…

Los nuevos colonos salieron al exterior para explorar el antiguo asentamiento humano que pronto se convertiría en su hogar. Parecía un buen lugar: a un lado, lo que antiguamente había sido un río; al otro, una pequeña montaña con la torre de vigilancia blanca y roja dominando todo el pueblo.

- - ¿Para qué servía esa torre?

- - Era un sistema de control mental de la población. Enviaba un tipo de ondas electromagnéticas que impedían cualquier tipo de pensamiento desviado o radical. No sabemos exactamente cómo funcionaba pero parece ser que fue muy efectivo. De hecho no encontrarás ni un solo pueblo en todo el planeta tierra que no esté bajo el dominio de una de estas torres. Pertenecían a una pequeña élite de la que poco se sabe. Seguramente a otra especie de tecnología muy superior a la de los humanos.

- - De hecho los humanos nunca consiguieron salir de esta roca en la que aparecieron, ¿verdad? Es un poco triste...

- - Pues no. Ni uno solo consiguió escapar. Aunque visto lo visto, quizás es mejor así. Imagínate si se hubieran expandido hacia otros planetas.

Siguieron caminando hasta llegar a lo que había sido el centro cultural del pueblo. Bordeando el río seco se extendían centenares de metros de las antiguas pinturas humanas. Dibujos y letras ininteligibles de todos los colores imaginables se sucedían sin separación alguna entre ellas. Cubrían todas las paredes, techos, túneles y columnas.

- - Imagínatelo como un lugar bullicioso de actividad. Con multitud de personas pintando al mismo tiempo y centenares mirando la creación en directo. La competición para ser el más prominente era tan feroz que los artistas pintaban encima de las obras de sus competidores añadiendo capa tras capa a los muros.

- - Viendo estas pinturas me queda claro que eran una cultura de lo más compleja.

- - Pues todavía te falta lo mejor. Sígueme y verás.

Y llegaron a un extraño edificio rosado con un portón gigantesco y una torre a cada lado de la fachada. En su interior todo denotaba solemnidad: techos altísimos, pinturas, salas adyacentes repletas de estatuas. El pasadizo central llevaba directo a una imponente mesa sobre una tarima. El resto del espacio estaba completamente ocupado por bancos encarados hacia la mesa.

- - Aunque los máximos dirigentes fueran la élite de la que hemos hablado antes, cada pueblo tenía un líder que ejercía un control más directo sobre la gente del pueblo y su día a día. En esta mesa se le ofrecía un banquete que él devoraba mientras los más débiles de la población eran obligados a observarlo hambrientos desde estos bancos. Se ha encontrado una vajilla de lujo, incluso con copas de oro, que lo demuestra.

Sin duda había sido un día inolvidable para el joven alienígena. Había aprendido multitud de cosas sobre la antigua cultura terrestre pero había algo que le inquietaba. Una duda le carcomía desde hacía rato y sus tentáculos se movían nerviosos:

- - ¿Qué es lo que te preocupa?

- - - Maestro, ¿qué le ocurrió a estas gentes? ¿Cómo desaparecieron?

- - He aquí el gran misterio de esta civilización. Les hemos estudiado a fondo y aún está por resolver. Tenemos a nuestros mejores lingüistas traduciendo sus archivos en busca de más información pero terminan todos con la misma frase sin sentido.

- - ¿Y cuál es?

- - Mayoría absoluta para VOX.

PREMI MILLOR POESIA

Manuela Llera Ramos

LA ESPERA

Cuando volviste la esquina

y me dijiste adiós,

tú me tiraste un beso

el viento se lo llevó.

Yo regresé a la cocina,

hice un plato extraordinario,

de pescado sin espina

ese que te gusta tanto.

Y me fui para el salón

para preparar la mesa,

puse aquel mantel bordado

con dibujos de cerezas.

Saqué la vajilla blanca

con el filito dorado,

los platos que te gustaban

con cerezas decorados.

Abrillanté los cubiertos

que parecían de plata,

la servilleta en el plato

curiosamente doblada.

Y en el centro de la mesa

un jarrón de porcelana,

con un clavel reventón

alimentado en agua.

A cada lado del centro

un candelabro posaba,

con velas rojas rizadas

las que tanto te gustaban.

Ya la comida está lista

y la mesa impecable,

solo espera tu presencia

es un día memorable.

Yo me puse aquel vestido

de color rojo amapola,

el que tú me regalaste

al otro día de la boda.

Y me peiné para atrás

mi pelo negro azabache,

y lo enlacé con la cinta

que tú me regalaste.

Y me maquillé la cara

mis labios me dibujé,

del color de las cerezas

a juego con el mantel.

Y me puse los zapatos

negros de charol brillante,

con los tacones de aguja

que me hacían tan elegante.

Y me senté en el sillón

tranquilamente a esperarte.

pero pasaron las horas

y tu nunca regresaste.

Fueron pasando los días

fueron pasando las noches

pasaron meses y años

y yo seguía esperándote.

La mesa sigue esperando

el mantel es deplorable

con las cerezas bordadas

en su estado lamentable.

Sobre los platos vetustos

las servilletas fallecen,

y aquel clavel reventón

en el jarrón ya es inerte.

Y me aliso mi vestido

que carece de colores,

la nieve en mis cabellos

me recuerda mis temores.

Mis labios rojos cerezas

que a ti tanto te gustaban,

ahora son dos finas líneas

completamente plegadas.

Miro al suelo a mi derecha

mis zapatos elegantes

están cubiertos de polvo

ahora ya no son brillantes.

Y yo te sigo esperando

sentadita en mi sillón,

espero que día vuelvas

para pedirme perdón.

PREMI MILLOR NARRACIÓ BREU

Marta Anducas Armengou

DOBLE VIDA

Había una vez un cuento roto. Lo quebré yo un atardecer de otoño, el mismo en que decidí visitar a la bruja. Cansado de la doble vida que comportaba ser hombre y lobo, me armé de valor y entré en el bosque encantado en búsqueda de la misteriosa mujer.

La tarde acababa fría y encapotada. La luna ovalada, casi llena, se ocultaba tras las nubes y una fina cortina de agua me empapaba hasta los huesos. Ante mí, un duende de traje verde, sombrero de ala ancha y mocasines puntiagudos se abría camino a brincos. Había accedido, a cambio de algunas monedas de plata, a guiarme hasta la cabaña de la bruja y el tintineo rítmico del argento acompañaba su andar.

Llevábamos dos horas caminando sin descanso. Quedaba lejos la bruma de la ciudad y, aunque el aire puro mejoraba mi humor, me sentía exhausto, tenía frío y estaba harto de sortear piedras y charcos. Para mayor inri, el hombrecillo de verde trotaba fresco como la brisa matinal, con saltitos y ruiditos típicos de cuento con final feliz. De pronto, se detuvo sobre una piedra, tomó impulso y de un salto desapareció tras un arbusto. Quedé desconcertado, pero al oír el tintineo alejarse, crucé la mata sin pensarlo. Miles de espinas me arañaron la piel y lamenté que la luna no fuera llena.

Al otro lado del arbusto, un claro se abrió en la espesura. El dibujo —la casa y la chimenea, el pozo y la cadena oxidada, el puente de piedras blancas— parecía formar parte de un relato infantil.

El tintín de las monedas me devolvió a la realidad. El enano saltarín cruzó el puente y desapareció tras la cabaña. Aún perplejo, me acerqué a la vivienda y golpeé la madera. Toc-toc. Nada. Lo intenté otra vez: toc-toc-toc. Silencio absoluto. Una vez más: toc-toc-toc-toc. Un ruido, ¡clic!, y la puerta se abrió.

Dudé unos instantes, pero el desasosiego de mi licantropía me empujó y entré. La oscuridad del interior olía a humedad, a pólvora y a huevos podridos. Mis ojos se adaptaron a la penumbra y mi olfato, al coctel de olores.

—Te estaba esperando —la voz aguda provenía del otro extremo de la sala—. Adelante, entra, siéntate.

Caminé con lentitud, sentía las telarañas acariciarme la piel. El piso chirriaba bajo mis pies y un olor a piel chamuscada se unía a la mezcla olfativa. A ambos lados, la luz imprecisa de las velas se filtraba entre frascos de escamas y glóbulos oculares, y agrandaba la sombra de las calaveras que reposaban en los anaqueles.

Al final del pasillo, vislumbré la chimenea. Una olla gigante humeaba en el fuego y frente al recipiente, una mujer removía el contenido con una gran cuchara de madera. ¡Era una bruja auténtica! De cabello oscuro y enmarañado, vestido negro y nariz alargada. ¿Tenía verruga?, no lo pude distinguir.

—¿Qué tenemos aquí? —El tono, la voz, la risa de ardilla: seguía en el maldito cuento—. Un indomable hombre-lobo. Bonito ejemplar… —Se acercó a mí y me observó de cerca—. Dime, ¿qué te ha llevado a perturbar la calma de esta vieja mujer?

La bruja dio algunas vueltas a mi alrededor, escudriñándome de arriba abajo:

—Imagino que algo más que la curiosidad te ha llevado hasta aquí —Podía sentir su aliento: apestaba a amoníaco—. Lo veo en tus ojos, buscas una poción que acalle la bestia que hay en ti, ¿me equivoco?

—Sí, señora —mi voz temblaba—. Busco esa pócima, estoy cansado de ser una bestia...

—Lo sabía —me interrumpió—. Te esperaba, amigo. Estás de suerte. Solo necesito un pelo craneal —me arrancó, con rapidez, un cabello y lo echó a la olla—, polvillo de luna llena, raspadura de musgo, retina de búho y un conjuro.

La bruja empezó a cantar mientras removía el contenido espumante. Hubo explosiones verdes, amarillas y rosáceas, y humo, mucho humo. La mujer bailaba alrededor del fuego, se estremecía, gritaba, saltaba. Fue un espectáculo de movimientos extravagantes, notas mal afinadas y burbujas de colores. Finalmente, me entregó un frasco de líquido humeante.

—Aquí está, solo tienes que tomar una gota la noche previa a la luna llena. Se terminaron las transformaciones, amigo. ¡Ya no más lobos!

—Gracias, señora —suspiré—, pero esta no es la poción que busco.

Su cara se deformó: había roto el cuento.

—No es el lobo la bestia que habita en mí —me expliqué—. Verá, como lobo convivo con la naturaleza, me mojo cuando llueve, cazo cuando tengo hambre y duermo cuando estoy cansado. No me preocupa si las acciones de la bolsa bajan, si han subido el precio del alquiler o si soy el empleado del mes. No vivo en un piso de ladrillo, ni me intoxico con dióxido de carbono, cemento o nicotina, tampoco me pierdo en trago barato, ni lleno mi soledad con sexo fácil. El lobo que habita en mí es uno con el todo. Sin embargo, el hombre que usted ve solo es farsa, lucha y soledad. ¿Tiene alguna poción para dejar de ser hombre?

No hi ha entrades.
No hi ha entrades.